Humanidad al margen de la tecnología

Aviso para lectores geeks que esperan otra de mis entradas super tecnológicas de la muerte: El post de hoy es de índole personal, con toque melancólico de agradecimiento inclusive. ¡Es lo que hay!

Por mucho que uno sea un poco tecnosexual, no vamos a negarlo a estas alturas, ¡no todo va a ser hablar de gadgets, herramientas opensource y Visual Studio! Estos términos quedan en un segundo plano, al menos en mi caso, cuando conoces a gente que no navega por Internet, pero sí tiene un corazón y una humanidad que te hacen recapacitar y olvidarte de tu lado más tecnológico. Sinceramente, es de envidiar.

Ya he contado en algún post anterior, que a pesar de ser un enamorado de la tecnología, desde pequeño estoy muy enchufado con todo lo que tenga que ver con viajes, naturaleza, y sobre todo, montaña. Por este último vocablo van los tiros de hoy, ya que ayer, a pesar del día gris que teníamos en la cuenca del Bajo Deba, al menda le entró la vena montañera, se calzó sus botas de monte y empezó a ascender por las empinadas laderas del monte Urko, un clásico para los montañeros eibarreses, sobre todo el 1 de Enero, para comenzar el año sudando los excesos de la Nochevieja ;-).

Después de haber coronado la panorámica cima de una de mis montañas favoritas (desde que era un crío), antes de quedarme helado con el aguanieve y el fuerte viento que reinaban en la zona, inicié el vertiginoso descenso de vuelta a casa, cuando un imprevisto patinazo alimentado por el barro y la nieve que cubrían el empinado sendero de descenso hacia Eibar, me hizo perder el equilibrio, me obligó a clavar mi bastón de monte de mala manera, dejándome el cuerpo totalemente descompensado, con tan mala suerte de que mi hombro derecho sufrió las consecuencia de toda esta cadena de fallos, saliéndose de su txoko habitual. No es la primera vez (ya he perdido la cuenta, pero creo que nos vamos acercando a diez), pero esta vez, llevaba casi tres años sin que mi maltrecho hombro se saliese de su sitio y me diera guerra.

No es por ser mariquita y llorón, pero os aseguro que una salida de hombro, como muchas otras dolencias, duele, y mucho. A pesar de mil y un infructuosos intentos por volverme a colocar yo solito el hombro en su sitio, ayer no encajaba ni de coña, con lo que no me quedó otra que continuar descendiendo, con mucho cuidado, y bajo una intensa lluvia, por el sinuoso sendero.

Tras nuevos patinazos, culetones, y nuevas intentonas varoniles de encajar el hombro, camino hasta dar con uno de los caseríos más altos del cordal divisorio entre Eibar y Ermua. Hasta este punto llega la carretera, por lo que podía llamar desde mi móvil a algún familiar o colega para que subiese a buscarme y llevarme directamente al Hospital de Mendaro. Sin embargo, entre avisar etc., esta operación de rescate iba a llevar bastante tiempo, por lo que instintivamente pedí ayuda a un hombre al que divisé a través de una verja de acceso al caserío. El buen hombre, todavía confuso por mi historia un tanto extraña, cogió las llaves de su coche y me bajó hasta Eibar, desde donde mi padre me llevó al hospital. Una vez allí, por si quedaba alguna duda (a mí no), placa de rayos X para confirmar una salida de hombro más cañerita de lo habitual, un par de chutes para aguantar los tembleques causados por el dolor, y tras dos horas y pico con el hombro outside, un traumatólogo me lo pone con pasmosa facilidad en su sitio. No os podés imaginar el alivio que se siente cuando el maltrecho hombro vuelve a su hogar...

Ya en frío, ayer por la tarde, hoy durante todo el día, te pones a analizar la situación ayer vivida. Sinceramente, no sé si actué de la forma más correcta, si hice bien en pedir ayuda en aquel caserío en vez de llamar directamente a algún familiar; el caso es que instintivamente lo hice así, porque a veces, sobre todo en situaciones delicadas, los humanos funcionamos así, como animales. Lo que sí quería destacar, de ahí el título del post, es la humanidad, bondad y generosidad de gente como el hombre que me bajó en su propio coche hasta Eibar. Gente que no conoces de nada, a los que les cuentas lo que te ha ocurrido, te mira a la cara, y sin pensárselo dos veces, te monta en su coche y te baja hasta Eibar, dandote en todo momento conversación para abstraerte de la sensación de dolor que te invade. Esa clase de gente, ese comportamiento ejemplar lleno de humanidad, no tiene precio.

Creo y aplico religiosamente el lema "es de bien nacido ser agradecido", por ello, ayer mismo di a tod@s y cada uno de los que me ayudaron (el hombre que me bajó, mi mujer, mi familia, las enfermeras, el médico, todas las personas que me llamaron para ver qué tal estaba), millones de gracias por la ayuda prestada. Sin quedarme sólo ahí, quería extender y reflejar mi más sincero agradecimiento a través de este humilde post, que con total seguridad, el 98% de la gente que de alguna manera me ayudó ayer, jamás leerá. Me da igual, es mi otra forma de dar las gracias y desahogarme, mi personal homenaje tecnológico a tod@s los que hicieron que el mal día de ayer fuese más llevadero y fácil. He ahí la lección de ayer: la importancia y la grandeza de la humanidad de la gente, todo, al margen de la tecnología.

Eskerrik asko atzo era batean edo bestean lagundu zenidaten guztioi, bihotz-bihotzez! ¡Gracias de todo corazón a todos los que de algún u otro modo me ayudasteis ayer!

SaludoX.

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